La luz es una posibilidad adicional de significado en el escenario, pero no imprescindible como código.
Llamamos luz a las condiciones lumínicas con significado. Se llama iluminación al aparato técnico que las hace posibles.
La función práctica de la luz es la de hacer visible el espacio. La luz ilumina el lugar, lo hace evidente, de modo que aparezca como tal espacio. Junto a esta función práctica, la luz puede adoptar funciones simbólicas y significativas, pues todas las culturas han formado un código simbólico de la luz, basado en la contraposición entre luz y oscuridad, con sus matices de sombra, y en la alternancia de día y noche, con sus tiempos lumínicos intermedios. Por ejemplo, alba, aurora, amanecer, mañana, mediodía, tarde, atardecer, ocaso, noche, madrugada, forman un campo simbólico, no sólo natural, asociado a ideas y sentimientos.
En el teatro se emplea la luz tanto en su función práctica como simbólica, siempre que se pueda imitar o crear las condiciones semejantes a los efectos de iluminación que se quieran conseguir. En su segunda función, la simbólica, entró a formar parte del código teatral tardíamente, hace relativamente poco tiempo, pues su uso significativo hizo su aparición primero con la luz de gas y más adelante con la luz eléctrica y las nuevas tecnologías; entonces tomó carácter significativo, ya que existía la posibilidad técnica de manipularla y configurarla como código significativo.
Las representaciones en la Antigüedad y en la Edad Media se realizaban a la luz del día (mañana o tarde) y al aire libre, con lo cual la luz era la natural, tanto para espectadores como para el escenario. En el siglo XVII se pasó la representación a locales cerrados o semicerrados, y de la mañana o tarde se pasó a realizarla en la tarde o noche. Esto, sin embargo, no supuso la creación de un código significativo lumínico, puesto que se iluminaba por igual el escenario y la sala, mediante lámparas de velas o candiles de aceite, que se encendían uno por uno antes de la representación y se apagaban del mismo modo al concluirla; era imposible apagar y encender a media función. A veces se añadían en el escenario las llamadas candilejas, una fila superior o inferior, o ambas cosas, en el borde del escenario, pero tampoco se podían encender y apagar durante la función, sino al comenzar y al terminar ésta. Este tipo de luz escénica, que sólo sirve para visibilizar el espacio, no se puede llamar propiamente signo teatral. En el siglo XX, algunos autores y directores de escena, renuncian al uso de la luz como código de significado, prefiriendo una iluminación general y “natural”, como hizo Bertolt Brecht, pero en ese caso, al existir ya un código lumínico teatral, la renuncia a él tenía también un valor de signo negativo, el rechazo a la ilusión y a la inmersión propias del teatro burgués.
La luz como signo en el teatro funciona en razón de su intensidad, su color, su distribución y su movimiento, posibilidades que ofrecen las modernas tecnologías. Una de sus funciones significativas básicas consiste en dar a entender la luz: solar, lunar, de antorchas, de velas, de un arco iris, de tormenta, de neón, etc. La luz en teatro se representa a sí misma y se crea como un tipo concreto de luz, el cual pertenece a un código cultural simbólico, que lleva consigo todos sus significados concretos: día, noche, sombra, penumbra, etc.
Puede, por tanto, connotar otros significados, que aluden al lugar, al tiempo, a los personajes, etc. Gracias a las técnicas de iluminación se pueden crear efectos que hace un siglo solamente eran inimaginables. Con ayuda de la luz (el aparato técnico de iluminación), se pueden aislar y concentrar la atención sobre determinados signos: partes del decorado, gestos o movimientos de los actores, accesorios.
Estas son las diferentes posibilidades de significado de la luz:
- Puede dar a entender un lugar: rayos discontinuos y móviles pueden significar un bosque, por ejemplo. Puede remitir a una cueva, si se concentra en tubo, al interior de una catedral, a una habitación, etc., e incluso puede sustituir el decorado en su totalidad.
- Puede indicar procesos meteorológicos, fenómenos naturales y sucesos sociales, o sea, crea situaciones y acciones, a veces en asociación con signos acústicos no verbales (ruidos).
- Puede aportar significados referidos a la identidad de los personajes, aislándolos o destacándolos, por color o por intensidad.
- Crea atmósferas y ambientes, siguiendo códigos culturales previos. Se identifica la luz clara y cálida, por ejemplo, con la tranquilidad; la luz lunar, fría y azul, con el misterio, lo romántico. De este modo puede transmitir sentimientos: recogimiento, euforia, intriga, e incluso ideas, como en una apoteosis celestial al final de un auto sacramental, por ejemplo, que significaría el triunfo de la espiritualidad.
En conclusión, la luz, desde su aparición como código teatral potencial, cuando pudo ser manejada técnicamente en el escenario, se ha constituido como un elemento teatral creador de significados adicionales.
Aqui os dejamos un video de los distintos tipos de luces que hay en el teatro el video es 3D